Llega el 2020 y aún esperando que los “brotes verdes” crezcan

Corría el año 2009, en época del Presidente Zapatero, cuando la Sra. Salgado hablaba de que ya divisaba “brotes verdes” aludiendo al inicio de la salida de la crisis económica que maltrataba a España. Y yo pregunto, ¿en algún momento España ha llegado a salir de la crisis?

 

Han pasado 10 años, hemos cambiado de década y aún estamos esperando que esos imaginarios brotes verdes se conviertan en árboles frondosos. Es cierto que la economía española ha logrado crecer a un buen ritmo en los últimos años, incluso a un ritmo de crecimiento superior a la de buena parte de las economías de nuestro entorno, y que como consecuencia de ese crecimiento hemos logrado recuperar muchos puestos de trabajo que fueron destruidos en los años más duros de la crisis. Pero no nos engañemos, tenemos muchos problemas que no hemos sido capaces de resolver en todos estos años y que impiden que esos brotes verdes se conviertan en frondosas plantas.

Por un lado la deuda pública, de casi el 100% del PIB, que hace que cada uno de los españoles estemos endeudados en unos 25.000 euros -también los niños recién nacidos- y que, de una forma u otra, nosotros y nuestras generaciones venideras deberán pagar. Aproximadamente la cuarta parte de la deuda pública española está en manos del Banco Central Europeo, por lo que podemos afirmar que, en buena medida, es el BCE quien sustenta con hilo frágil a la economía española. Y en esta situación, ¿quién nos prestaría si fuese necesario ante la llegada de una situación económica adversa? ¿Nuevamente el BCE? Es una duda que mejor no sea necesario resolver…

¿Y qué decir de nuestro nivel de desempleo? Tenemos un tasa de desempleo de aproximadamente el 14%, cifra muy superior a la que tienen la mayoría de países de nuestro entorno. Este es un drama que se acrecienta si tenemos en cuenta el elevadísimo paro juvenil, la precariedad laboral y otros muchos problemas de nuestro mercado laboral. Estamos en un proceso de transición hacia otro modelo económico intensivo en tecnología, por lo que los salarios es previsible que tiendan a reducirse como consecuencia de la pérdida de valor del factor mano de obra. Muchas profesiones se irán reduciendo drásticamente, como por ejemplo los operarios de industrias, camareros, conductores, abogados …. Dependerá de cómo se gestione esta transición y del contexto económico, que el común de los trabajadores lo pasen mal o muy mal. La subida del salario mínimo, de forma improvisada y a toda prisa por intereses electorales, sin haber discriminado para la adopción de dicha medida el tipo de empresas y las áreas de actividad, no es la solución del problema. Con todo esto la tentación de nuestros políticos para establecer de forma generalizada una renta de subsistencia es muy grande, aunque difícilmente podría mantenerse con los recursos disponibles por el Estado, debiendo buscar financiación seguramente vía recaudación de impuestos.

Por otro lado la abultada y poco considerada, especialmente por nuestros políticos, economía sumergida que, si bien permite sobrevivir a muchas familias, sin embargo detrae recursos al Estado, genera competencia desleal y empeora las condiciones laborales y las prestaciones sociales de quienes trabajan en ella.

¿Y el asunto del que llevamos hablando durante años sin que se hayan adoptado medidas serias para resolverlo? Me refiero a la dudosa viabilidad del sistema de pensiones. Seguimos esperando que nuestros políticos lleguen a un pacto de estado para adoptar medidas valientes y sensatas que garanticen el cobro de las pensiones a medio y largo plazo. Y dudo que la subida de impuestos para atender el pago de las pensiones sea la solución del problema, ya que es preciso afrontarlo de manera global y decidida, tratando muchos otros asuntos de calado, para que el sistema de pensiones llegue a ser sostenible en el tiempo.

La inversión en investigación y desarrollo, junto con la educación de nuestros jóvenes, es el mayor tesoro de un país y, sin embargo, no hacemos más que dar bandazos según de donde venga el aire del gobierno de turno, sin que llegue a definirse claramente una estrategia a nivel de país para mejorar el sistema educativo y promover la investigación.

El envejecimiento de la población que agrava muchos de los problemas endémicos de nuestro país, sin que se hayan tomado medidas eficaces para fomentar la natalidad y atraer inmigrantes bien formados que nos aporten valor añadido.

La inestabilidad política que nos ha tocado sufrir desde hace unos años, que genera incertidumbre y frena nuevas inversiones nacionales y extranjeras, es algo que ha venido para quedarse y que, teniendo en cuenta el panorama político actual, parece difícil de solucionar.

La cultura de la subvención y el subsidio a la que nos hemos acostumbrado y que desincentiva el ingenio, el trabajo y el emprendimiento.

La lentitud de la Justicia, que parece anquilosada en la prehistoria y que pone piedras en el camino de las relaciones mercantiles.

El actual sistema tributario, repleto de ineficiencias, que debería reformarse para ganar en progresividad y eficiencia. Entre otros muchos cambios deberemos acostumbrarnos a que las máquinas (robots y similares) también tributen, compensando de esta manera la merma en la recaudación procedente de las rentas del trabajo. Es previsible que se produzca un desplazamiento de la tributación directa en favor de la indirecta (menos IRPF y más IVA) y, por supuesto, la necesaria adopción de medidas eficaces para luchar contra el fraude, no solo por la vía de los ingresos sino también del gasto público.

Muchos problemas, todos ellos interrelacionados, y muchas cosas por hacer. Esperemos que con el cambio de década se reconozcan, se cuenten y se adopten medidas. Mientras tanto seguiremos buscando los brotes verdes… ¡Feliz década para tod@s!